El nuevo mundo cooperativo de Eurasia

 

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Mientras que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), símbolo del programa de hegemonía de Estados Unidos, celebraba en Londres su setenta aniversario, en la víspera, China y Rusia hacían gestiones para ampliar su cooperación estratégica con la inauguración de nuevas y significativas obras de infraestructura parte de la vasta red de integración física de la masa continental euroasiática.

 

El 2 de diciembre, las dos potencias inauguraron el gasoducto Fuerza Siberia, proyecto de 55 mil millones de dólares y 3 mil kilómetros, para llevar gas natural de la provincia siberiana de Yakutia a la frontera china vía Vladivostok. El gasoducto integra un amplio acuerdo energético de 400 mil millones de dólares en 30 años negociado en las respectivas monedas nacionales, para evitar el dólar estadounidense, para lo cual los dos países se han empeñado en implantar una estructura financiera nueva.

 

Cuatro días antes se concluyó la construcción del puente sobre el río Amur, en el Extremo Oriente ruso, que divide los dos países. El puente, que es la primera autopista entre Rusia y China, une la ciudad rusa de Blagoveshchensk con la china de Heihe y estará en servicio en el 2020. La construcción estuvo a cargo de una empresa binacional con un costo equivalente a tan sólo 300 millones de dólares. Rusos y chinos esperan que ella amplíe considerablemente el intercambio comercial, principalmente de productos agrícolas.

 

En abril, también sobre el río Amur culminó la construcción de la primera interconexión ferroviaria ruso-china de las ciudades de Nijneleninskoye y de Tongjiang, con un puente de 2.2 kilómetros, construido, igualmente, en sociedad binacional. El puente, que habrá de ser inaugurado al tráfico a finales de este año, permitirá el movimiento de 21 millones de toneladas de carga y de un millón y medio de pasajeros al año entre los dos países.

 

Al mismo tiempo, Rusia consolida sus vínculos energéticos con Europa y abre un nuevo frente junto a Turquía.

 

Dinamarca dio, por fin, en el mes de octubre, la luz verde para la terminación del gasoducto Nordstream, la duplicación de la línea de 1 225 kilómetros ya existente entre Rusia y Alemania, vía el mar Báltico (es decir, que evita el paso por el territorio de Ucrania, por donde pasa la mayoría de los gasoductos rusos que llevan gas natural a Europa). La obra estará lista en 2020, a pesar de la feroz oposición de Estados Unidos y de algunos otros aliados europeos más sumisos, como Polonia, supuestamente, por “aumentar la dependencia europea del gas ruso” (que algunos europeos más lúcidos ven como “seguridad energética”).

 

Otro gasoducto listo para terminarse es el Turkstream, de 1 090 kilómetros que une a Rusia con Turquía por el mar Negro, mismo que estará funcionando a finales de año. El gasoducto, cuya construcción se inició en el 2017, fue uno de los subproductos del acuerdo entre Moscú y Ankara luego del derribo de un avión ruso por la Fuerza Aérea turca en noviembre de 2015, luego de la intervención ruso en el conflicto de Siria, iniciada en septiembre de aquel año. Turquía deberá consumir cerca de la mitad del gas transportado, y el restante será llevado al mercado europeo, donde varios países ya manifestaron su interés por recibirlo.

 

En la esfera militar, cabe destacar la ya próxima realización de las primeras manobras navales conjuntas entre Rusia, China e Irán en el océano Índico, previstas para finales de año, las cuales refuerzan la posición de Teherán como socio estratégico de Moscú y de Pequín, en el empeño de la consolidación del marco cooperativo y anti hegemónico.

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